martes, 9 de febrero de 2010

Pareja sangrienta


Caminábamos Estaban y yo fuera de la ciudad donde nos criamos, necesitábamos dinero, necesitábamos alejarnos, necesitábamos nuevas vidas, mis manos manchadas de sangre ensuciaban el precioso vestido que mi victima me regalo días atrás, no había marcha atrás, no teníamos futuro en ese lugar, en retrospectiva, un mes atrás mi novio (lo llamare Federico) preparaba como loco la culminación de un compromiso de 3 años, pronto seriamos marido y mujer, mi familia estaba entusiasmada por la idea, en especial mi madre, ella le tenia un cariño único a Federico, el no era un adonis, era un chico como cualquier otro, con mas defectos que virtudes, pero amaba locamente los momentos que pasábamos los dos, hasta que vi por primera vez a Esteban, escapándome un poco del atareado trabajo de preparar una boda, me encontré en un café, el estaba vestido formalmente, tenia una belleza única, sus ojos eran hermosos, todo de el me volvía loca, los bellos ojos, la forma de agarrar el su maletín y la forma en que se acerco a mi asiento, sin darme cuenta de la perdida de mi sentido, el comenzó a hablarme, reaccione tardíamente a su voz, como animal que caza su presa olio la ansiedad que irradiaba mi cuerpo, quede atrapada en su juego erótico, y en poco tiempo estaba encerrada en las 4 paredes de un hotel barato, saciando el apetito que el me había impuesto.

Los días pasaban, poco a poco la noche que el anillo se depositaria en mi dedo se acercaba, pero ningún día dejaba de encontrarme con Esteban, me mantenía viva el contacto con su cuerpo, la idea de alejarme de el me quemaba por dentro, no podía, no debía casarme, pero todavía dentro de mi amaba a Federico, y no podía dejarlo en el altar. Llego el día señalado, pedí a los que estaban en mi cuarto que se fueran, necesitaba pensar bien las cosas, dos días que no veía a Esteban, cuando supo que me casaba enloqueció, creí que no volvería a verlo, los golpes de la puerta pararon mi suave llanto, yo alce la voz para reclamar que me dejen sola, poco a poco la puerta se abrió y allí estaba, Esteban tenia el cuerpo sudado, uno sabia que había corrido un buen tiempo, se lanzo hacia mi, por un momento pensé en detenerlo pero sus besos mataron esa idea, nuestras ropas fueron despojadas, nuestros cuerpos se unieron, nuestras voces se escuchaban por todo el cuarto, la puerta se volvió a abrir, la cara estupefacta de Federico no podre olvidarla nunca, ni la de mi madre que estaba a su costado, había pasado el momento de la boda, ellos preocupados se fueron a buscarnos, Federico entro como loco al vernos en esa situación, mi madre lloraba afuera de la habitación, paso rápido, el cuchillo se clavo en su garganta, mi madre gritaba, pedía ayuda, yo por proteger mi futuro con Esteban le clave unas tijeras en la espalda una y otra vez.

Ahora estamos caminado fuera de la ciudad, yo con un vestido de boda y el con un pantalón jean, solo se que nuestro futuro es incierto, ahora nos une algo mas fuerte que un matrimonio, un homicidio que permanecerá siempre con nosotros.

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